En el interior de la memoria las hojas de octubre caen de otro modo, los fantasmas cenicientos se arrastran por nuestra piel como si fuesen parte de nuestra sombra y nos cargan los pies de pasos con suspiros. Cuando nos acercamos a lugares que bañamos con nuestro pasado... en ocasiones no queda ya casi nada de lo que un día fue y un latido de nostalgia pasea por nuestras venas.
Se hace sencillo caminar por los poemas visualizándonos como protagonistas porque ¿quién no anhela algún momento perdido en el ayer o quién no tiene miedos? ¿Quién no sabe que la muerte nos acecha?
El miedo, los escondites, los latidos,... todo se derrama en el papel o se emborrona en el olvido y Alejandro, consciente de esto, los deposita en manos de Orfeo para aliviar el peso en sus hombros, para que descanse su alma. Y ahora nos toca a nosotros degustarlos, acoger estos versos abandonados en el papel y darles un hogar en nuestras estanterías.