No soy de dejarme llevar por el runrún tipo spam que hacen las grandes
editoriales con sus libros, pero desde que supe de Por si las voces
vuelven tenía ganas de zambullirme en él. Y ese deseo surgía por la
temática y el escritor (Ángel Martín). Así que fue un acertado regalo de
Reyes.
Lo leí tras terminar la novela Sigue como si estuvieras
viva de Rafael Fernández Ruiz, así que la similitud de las sombras con
las voces me hizo despotricar un poco sobre las editoriales que no
apuestan por libros diferentes si no tienen el respaldo de un 'personaje
público' (el camino mediático, los seguidores, etc.). También, a su
vez, me alegré por esa apuesta sin riesgo ya que creo que es importante
acercar a la masa -o sociedad- temas que siguen siendo tabú y hacer
tangible una propuesta que se sale de los caminos comunes. Dicho esto os
recomiendo encarecidamente que os hagáis con ambos libros, porque se
disfrutan a muchos niveles (el cómo está escrito, lo que dicen, etc.).
Lo
más escalofriante es que a cualquiera de nosotros nos podría pasar el
hacer 'crec' y que se rompa lo que hasta entonces era nuestra vida. El
desencadenante no tiene porqué ser el mismo: igual a ti te sucede si te
das un homenaje de porros o monguis y otra persona se quiebra con los
acordes de una guitarra; por eso mismo es bueno tener recursos que nos
puedan ayudar a abrir los ojos y escapar de ese bache sin que quedemos
en siniestro total. La literatura siempre ha sido un buen aliado para
despertar, incluso si eres de los que les sirven los libros de Jorge
Bucay o Paulo Coelho, lo importante es que encuentres lo que a ti te
sirve para reconstruirte.
Y ya me meto en materia. Por si las
voces vuelven consigue captar toda mi atención y que sea tan sugerente
como la frase de '¿Quieres un café?' (si no me conoces está comparación
está a la altura de las hojas caídas, pero te hago saber que me
identifico con la palabra 'cafemaniaca'). Es bastante interesante
observar cómo somos capaces de justificar cualquier cosa (desde
situaciones surrealistas a actos descabellados) creando diferentes
tramas. Todas ellas le dan coherencia y cohesión a cada paso que hemos
dado, por más que llevemos un buen trecho yendo en contradirección. Y
eso complica que frenemos en seco y podamos corregir, más bien
seguiremos con la inercia avanzando hacia nuestro estrellato.
Podemos
encontrarle significado a cada detalle de cada viviencia con tal de
corroborar que tenemos razón. El ver todos los sucesos como señales: nos
reafirma y nos hace cruzar límites. Además nos agota, porque cada
decisión está alterando el presente y el futuro, el efecto mariposa
nunca duerme. El estado de alerta es abrumador y fascinante al mismo
tiempo, así que casi con total probabilidad evitaremos abrazar a morfeo
añadiendo más café a nuestro organismo. El estrés que genera el no bajar
la guardia hará su aparición estelar tarde o temprano y, entonces,
tendremos suerte si al quebrar algunas de esas barreras a alguien de
nuestro entorno se le enciende la bombilla de emergencia y decide actuar
(que la sociedad nos ha educado más bien para 'ver, oír y callar', para
hacer la visita gorda y pensar que ya se encauzará -sin que
interfiramos-, aunque eso pueda ser perjudicial y genere un estado
irreversible).
Lo normal es que aunque traspases las puertas del
ala de psiquiatría del Hospital y vayas rumbo a tu casa, esa vivencia
no se deje allí encerrada sino que te acompaña e influye en las
siguientes decisiones e interacciones. Te vuelves con un lote de
pastillas para mantener el equilibrio del cerebro y la decepción contigo
mismo. El miedo y la inseguridad se suman al viaje y dificultan todo.
Retomar las riendas y encontrar motivos que alejen la depresión no es
tan sencillo como nos lo pintan en las frases de autoayuda. La lucha es
diaria, las emociones son inestables y las voces se vuelven sombras que
potencian tu desasosiego.
Y para los que tenemos un familiar
que... o hemos pasado por un episodio que... sabemos del estigma de
decir 'Yo estuve ingresado...', o 'mi padre tiene esquizofrenia' o
cualquiera que sea la frase que se ajusta a tu situación. Porque a la
gente le condiciona, siente miedo a lo que desconoce, se abruma pensando
si es hereditario o si puedes tener una recaída... y van distorsionando
la imagen que tienen de ti. Pero no entres en pánico, demasiado tienes
con la autoflagelación que ya has pasado. Y es totalmente normal que
titubees las primeras veces al contar ciertas cosas, porque no quieres
soltar algo que desencadene una alerta visual y acústica recorriendo la
ciudad a toda pastilla. Nadie quiere ser el que va dentro de una
ambulancia y menos repetirlo, si es el caso. Pero cuando logres descoser
la zozobra y abras en canal las emociones, es conveniente saber que
habrá gente que salga de tu vida y eso será positivo, porque no iban a
aportarte mucho más... y los que se queden: atesóralos. (Que a ver, esto
es muy genérico todo, cada persona es un mundo y lo que sirve para mí
puede no servirte y viceversa).
La paciencia será un gran aliado
así que si no gozas de una buena cosecha tendrás que cultivarla (sin
estar haciendo apología a las drogas, que ni fumo ya hace más de la
mitad de mi vida). Y no está de más que entiendas que aunque desde fuera
te pueda parecer que alguien no se está esforzando lo suficiente, a
veces con el simple echo de haber salido de la cama ha gastado toda la
energía de la que disponía en ese momento.
El capítulo 12 (adiós
a las voces) desenroscó la llave de paso de mis lagrimales. Tuve que
parar de leer e intentar sacar a mi padre de mis pensamientos. Es
complejo vestirse del otro y que no se te haga un nudo en el corazón. Y
en el capítulo 16 donde él menciona a Ketto mis generosas lágrimas
dibujan el nombre de Yuki.
Me parece, más que valiente, generoso
el acto de compartir tu propia experiencia para que pueda ayudar a
otras personas (eso no quiere decir que tenga que ceder sus ganancias a
cualquier asociación que investigue las enfermedades mentales o que
sirva para facilitar recursos y asesoramiento a los que están en un
momento peliagudo). Y la verdad es que ha sido una lectura entretenida,
electrizante y muchos más términos que podría poder para manifestar que
me ha bañado en muchas sensaciones, pero lo dejaré en un agradecimiento a
Ángel por plasmar en un libro tantas voces (#post-it
#nohagaisruidoqueestoytrabajando) y a A. Moreno por acertar aunque ya
haga tiempo que no le escribo carta a los Reyes Magos (aunque a veces sí
pido cosas para los gatos que rescato 😬).
Y bueno, si eres de
los que no se sienten atraídos por la lectura (creo que esos no habrán
llegado a esta parte de mi reseña 😅), también está en audiolibro,
narrado y comentado por él. Eso mola porque se percibe 100% del mensaje a
través de la entonación y es como escuchar uno de sus monólogos (aunque
yo lo he leído con su voz).
Y, parafraseando:
Te quiero mucho.
A hacer cosas.
Post-it.
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